Editorial Argonautas

Título del relato: Imágenes                    Año de publicación: 2016

Incluido en la II Antología Argonautas (Editorial Argonautas)

«Era difícil creérselo, así que ni siquiera lo intentó; no era posible tener una y otra vez, desafiando la probabilidad y los pronósticos, tan mala fortuna, o la desgracia de poseer suficiente buena memoria como para recordar el catálogo habitual de decepciones.

Llevaba días, semanas enteras esperando aquel acontecimiento; así que cuando llegó a la puerta del cine Doré, donde se proyectaban mensualmente y en pantalla grande los archivos cinematográficos originales de la Filmoteca Nacional, y vio que la fila era más larga de lo que había pensado en un principio, G. sintió una molestia en la que se mezclaban, por este orden estricto, un enfado desproporcionado, contra sí mismo por haber fallado en sus previsiones, la envidia, contra todos y cada uno de los que se habían anticipado y estaban delante, y por supuesto la angustia más que lógica y natural al temer que no quedarían entradas cuando llegase su turno y, de este modo, perdería la oportunidad de asistir a la reposición de aquella película antigua, un clásico mudo y en blanco y negro de los de toda la vida del que ya había disfrutado antes miles de veces, pero que nunca se cansaba de volver a ver; y en esta ocasión con un acompañamiento musical en vivo adaptado de la partitura que los espectadores del siglo pasado pudieron oír en el ya lejano día de su estreno. Resignado y ceñudo, G. se incorporó a aquella serie disciplinada de personas dóciles y humilladas. Debía esperar, no quedaba otro remedio; enfadarse, protestar o buscar con la mirada algún conocido que, con un poco de suerte, estuviera en un puesto más adelantado no tenía sentido: cualquiera de aquellas opciones absurdas sería una pérdida de tiempo, aunque precisamente era tiempo lo que le sobraba. Así que debía esperar.

Poco a poco, detrás de G. fueron apostándose muchos más individuos, con un gesto muy semejante al suyo cuando, nada más llegar, pudo comprobar la longitud de la fila y calcular mentalmente el número exacto de butacas de la sala principal que serían ocupadas por aquella horda silenciosa y variopinta. Fue un pequeño consuelo ver que había gente por detrás de él; no sólo eso, G. sintió con claridad un agudo sentimiento de compensación por la desgracia de los otros, los infelices que estaban detrás; durante unos instantes disfrutó de una forma refinada y cruel de la alegría. Sin embargo, aquella sensación no duró mucho: la fila avanzaba lentamente, muy lentamente, y esto no era buena señal ni beneficiaba su tranquilidad. Aunque todavía quedaba margen, la hora del comienzo de la película se iba acercando inexorablemente, y G. no percibía una mejora sustancial de su situación desfavorable. Además, no había otras sesiones; la película sólo se reponía una vez en todo el mes, y quién sabe cuándo volvería a tener lugar un evento artístico de características tan únicas y especiales.» (Extracto del relato)

argo

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